
lunes, 18 de junio de 2012
FUNCIONAMIENTO OCULAR: LA VISIÓN EN EL APRENDIZAJE
La visión es un elemento clave dentro del aprendizaje, en concreto en cuanto a la lectura, la escritura y las matemáticas se refiere. Estas tres áreas básicas del aprendizaje escolar dependen de la capacidad del niño de ver e interpretar símbolos escritos.
Nuestros niños pasan todos por exámenes visuales, pero éstos raramente evalúan otra cosa que la agudeza visual, es decir: la distancia de nuestra visión. Éste es solamente un componente más del complejo sentido de la vista.
Ver, percibir correctamente e interpretar lo que vemos, además de utilizar los ojos de forma adecuada para poder leer y escribir con facilidad, son capacidades que dependen directamente de una compleja serie de conexiones neuronales que ocurren en los primeros años de desarrollo del niño. Nuestro funcionamiento visual depende de una maduración adecuada del sistema nervioso central.
Debido a la separación que existe entre los dos ojos ocurre que cada uno de ellos ve una imagen ligeramente diferente del otro. Será el cerebro el encargado de fusionar estas dos imágenes en una única imágen, a esto se le llama "convergencia". Para poder hacer esto, el cerebro necesita que ambos ojos envíen una imágen clara y nítida.
La imágen será clara y nítida si nuestros ojos son capaces de enfocar en el objeto que miramos a la distancia adecuada. El foco debe ajustarse rápidamente a diferentes distancias para lograr estas imágenes de calidad, a esto se le denomina "acomodación".
A la hora de leer con comodidad, los ojos deben poder seguir una línea de letras de forma suave y uniforme. En realidad leemos grupos de palabras en forma de saltos de izquierda a derecha. Estos movimientos se llaman "sacádicos" y la capacidad visual que lee líneas de palabras escritas sin perder el punto es el "reseguimiento".
Los problemas con la lectura suelen ser los primeros en alarmarnos, pero normalmente van asociados a otros tales como problemas en la escritura y la ortografía. Una deficiente capacidad visual afectará también a la conciencia espacial del niño, a su imagen corporal y a su coordinación mano-ojo. La energía y el esfuerzo realizados por el niño dentro del aula serán siempre desproporcionales a sus resultados y a su rendimiento en general. Esto genera frustración y la evitación de ciertas actividades relacionadas con el trabajo escolar.
Síntomas que podemos observar en clase relacionados con problemas en el proceso visual:
- Pérdida de la línea que se estaba leyendo.
- La necesidad de utilizar el dedo para mantener la fijación visual.
- Voz monótona y plana cuando lee en voz alta.
- Comprensión lectora pobre.
- Incapacidad de dibujar con precisión.
- Columnas desalineadas en aritmética.
- Dificultad para atrapar una pelota.
Muchos problemas visuales necesitarán de la opinión de un profesional, que implicará la visita a:
- El oculista para comprobar la agudeza visual.
- El optometrista que puede recomendar gafas especiales y ejercicios oculares.
- Un optometrista especializado en desarrollo y comportamiento.
Reflejos, aprendizaje y comportamiento
Cuando un niño nace, deja el entorno protector blando del útero para entrar a un mundo donde se ve asaltado por una cantidad abrumadora de estímulos sensoriales.
Para sobrevivir, está dotado de un conjunto de reflejos primarios diseñados para asegurar la respuesta inmediata al nuevo entorno y a sus necesidades cambiantes. Los reflejos primarios son movimientos automáticos, estereotipados, dirigidos desde el tronco del encéfalo y ejecutados sin implicación cortical.
Son esenciales para la supervivencia del bebé en sus primeras semanas de vida y le aporta el entrenamiento rudimentario en muchas de las habilidades voluntarias posteriores. No obstante, los reflejos primarios deberían tener una vida limitada y después de haber ayudado al bebé a sobrevivir en sus "arriesgados" primeros meses de vida deberían inhibirse o ser controlados por centros superiores del cerebro. Esto permite que se desarrollen estructuras neurológicas más sofisticadas, que permiten a su vez que el niño tenga control sobre sus respuestas voluntarias.
Si estos reflejos primarios permanecen activos después de los 6 – 12 meses de vida, se les denomina aberrantes y pasan a ser la evidencia de una debilidad o inmadurez estructural en el sistema nervioso central. Si la actividad de los reflejos primarios continúa también puede impedir el desarrollo de reflejos posturales posteriores, que deberían surgir para capacitar la madurez del niño a interactuar eficazmente con el entorno. Los reflejos primarios activos después de los seis meses de edad pueden dar como resultado patrones de comportamiento inmaduros o pueden provocar que permanezcan sistemas inmaduros, a pesar de la adquisición de habilidades posteriores.
El equipo fundamentalmente esencial para el aprendizaje será ineficiente o erróneo, a pesar de una capacidad intelectual adecuada. Es como si las habilidades posteriores permanecieran atrapadas en un estado de desarrollo anterior y en lugar de pasar a ser automáticas, sólo pudieran controlarlas a través de un esfuerzo consciente continuo.
Los reflejos primarios surgen en el útero, están presentes en el nacimiento y deberían haberse inhibido a los seis meses de edad, a los doce meses a mucho tardar.
La inhibición de un reflejo frecuentemente se relaciona a la adquisición de una nueva habilidad. Los reflejos aberrantes individuales nos pueden dar pistas de qué es lo que está activamente dificultando el desarrollo de habilidades posteriores.
Niños con un grado moderado de anormalidad refleja se pueden beneficiar de una combinación de formas de enseñar especializadas y algunos ejercicios diseñados para mejorar el equilibrio y la coordinación. Sin embargo, si hay un grupo de reflejos aberrantes presentes, se dice que existe un retraso del desarrollo neural.
TERAPIA OCUPACIONAL PARA MEJORAR LA CONDUCTA. TEORÍA DE LA INTEGRACIÓN SENSORIAL
Todos conocemos niños desobedientes, inquietos o malos estudiantes. Y no es que sean así porque quieran. En muchos casos no son responsables de su actitud, porque hay algo más fuerte que ellos que determina su comportamiento. Ese algo puede ser un trastorno del procesamiento sensorial (TPS), también conocido como disfunción de la integración sensorial (DIS).
El TPS o DIS se presenta cuando el sistema nervioso central no es capaz de interpretar y organizar adecuadamente las informaciones captadas por los diversos órganos sensoriales. Por tanto, tampoco puede analizar y utilizar dicha información adecuadamente para entrar en contacto con el ambiente y responder eficazmente a los múltiples estímulos del entorno.
Un trastorno en el procesamiento sensorial afecta profundamente a la capacidad de afrontar las ocupaciones de la vida cotidiana. Sencillas actividades como comer, vestirse, bañarse, jugar o hacer las tareas del colegio se convierten en inconvenientes difíciles de superar.
Como consecuencia de un TPS pueden aparecer problemas emocionales, sociales y académicos, que en muchas ocasiones son achacados a otros motivos. La Dra. Jean Ayres, terapeuta ocupacional estadounidense, fue la primera en describir un conjunto de conductas atípicas relacionadas con un procesamiento sensorial deficiente. Sus investigaciones la llevaron a formular la Teoría de la Integración Sensorial.
Hoy día sabemos que los principios de esta Teoría son útiles no sólo para los niños que padecen TPS, sino para todos. Tener en cuenta los estímulos sensoriales que reciben los niños y los jóvenes, padezcan TPS o no, les puede ayudar a ser más eficaces en el desempeño de sus ocupaciones diarias y en su interacción con el entorno.
Teoría de integración sensorial
El autocontrol en los niños
Habitualmente los problemas de comportamiento y atención en los niños son abordados con fármacos o con programas conductuales basados en premios y castigos.
Ambas estrategias suelen dar buenos resultados, aunque con el inconveniente de que representan un control externo sobre el niño y pueden crear dependencia. Es decir, el niño funciona bien con la pastilla o con el premio correspondiente; pero si le faltan, su actitud empeora.
Para evitar dicha dependencia, en coordinación con el médico o el psicólogo, el terapeuta ocupacional especializado en integración sensorial trabaja con el niño el aprendizaje de la autorregulación. Tras una evaluación específica del niño, se diseña un programa de actividades individualizadas, acorde con sus características sensorimotoras.
Es imprescindible que padres y educadores sepan reconocer los estados de alerta inadecuados. Por ejemplo, un exceso de actividad o estar irritable son síntomas de un nivel de alerta inapropiado. Si se sabe cómo lograr que un niño se autorregule mediante una actividad ocupacional, se evitarán muchos problemas.
El niño y la rutina
Para que los niños puedan regular su conducta es importante que sus actividades diarias estén organizadas de un modo equilibrado y previsible. A todos los niños les resulta tranquilizante saber lo que va a ocurrir a continuación.
Del mismo modo que el suspense y lo desconocido excitan, las vidas desordenadas, con muchos cambios imprevisibles, producen inseguridad o excitación que se traduce frecuentemente en conductas negativas.
Como es normal, todas las familias tienen momentos en los cuales hay que romper la rutina. En dichos momentos, debemos intentar mantener cuantos más elementos de la rutina sea posible. Por ejemplo, si se va a dormir fuera conviene llevar el muñeco, el libro de cuentos u otros elementos que suelen formar parte de la rutina de acostarse.
Grandes cambios, como mudarse de casa, por ejemplo, pueden ser especialmente difíciles para los niños. Prepararlos, explicándoles claramente lo que va a pasar, les ayuda a sentirse más tranquilos. Hacer un dibujo o un juego con los aconteci-mientos especiales que se aproximan ayuda a que los niños estén más preparados para afrontarlos.
El niño y los actos sociales
Para que la presencia de niños en actos sociales donde se requiere tranquilidad y silencio no acabe en riñas, castigos y disgustos, la Terapia Ocupacional nos brinda algunas estrategias.
A muchos niños les resulta difícil permanecer sentados y tranquilos, por ejemplo, durante una ceremonia de boda o en una comida en un restaurante. Como es normal, se mueven, tocan todo lo que está a su alcance y buscan maneras de estimular su sistema nervioso.
Para tratar de evitar esas conductas, debemos procurar que anteriormente obtengan la dosis sensorial que necesitan. Por ejemplo, actividades como saltar a la comba, jugar intensamente en los juegos del parque o jugar al balón proporcionan sanos estímulos vestibulares y propioceptivos que ayudan a regular el estado de alerta y tener más tranquilidad.
Debemos evitar que vean televisión, que jueguen a la videoconsola o que realicen otros juegos sedentarios justo antes de un acto social formal. Si previamente han tenido bastantes estímulos sensoriales, proporcionarles después algunos juguetes pequeños será suficiente para que se entre tengan y no molesten a los demás.
El niño en el supermercado
Hay que implicar a los niños en la ocupación, lo cual hará que se sientan importantes, no se aburran y, por tanto, no empiecen con perretas para reclamar la atención. Por ejemplo, podemos preparar en casa la lista de la compra con ellos, aprovechando el momento para practicar la escritura y, a la vez, introducirlos en el arte de gestionar un hogar.
Una vez en el supermercado, el niño puede levantar bolsas de patatas y paquetes de leche para meterlos en el carro o llevar alguna bolsa con los artículos comprados.m También puede ayudar a meter la compra en el coche o llevarla hasta casa, guardarla en los armarios, etc.
Viajar en coche con niños
Tener un desplazamiento tranquilo en el coche con dos o tres niños en el asiento trasero es algo que parece a veces imposible. El no poder moverse del sitio y las escasas posibilidades de cambiar de postura causan que muchos niños se vuelvan más irritables en el automóvil. En ese estado es más probable que estallen riñas y conflictos entre los ocupantes del asiento trasero.
Por ello, hay que procurar que los niños tengan ocasión de moverse bastante y de tener actividades físicas suficientes antes de efectuar un viaje, porque es algo que les ayuda mucho a estar más tranquilos.
Separar a los niños con unos almohadones o varios muñecos de peluche es una buena manera de evitar los pequeños roces que pueden transformarse rápidamente en grandes riñas.
Poder escuchar música por unos cascos o ver una película en un reproductor de DVD es otro modo de mantener la atención de los niños alejada de las peleas. Si no, siempre es posible recurrir a algo más tradicional como es animarlos a cantar algunas de sus canciones favoritas.
El niño hipersensible
El niño etiquetado como arisco es, a veces, un niño hipersensible táctilmente, al que la típica caricia que los mayores suelen hacer en la cabeza le supone una verdadera molestia.
Padecer hipersensibilidad táctil también puede provocar que el niño rechace que le laven el pelo, la cara o los dientes. Asimismo, rechazar vestirse y tener dificultades con el sueño y la aceptación de alimentos son también problemas frecuentes en este tipo de niño.
Debemos entender que hay una razón neurológica detrás de dichas conductas negativas y, por tanto, debemos tratar de adaptar las actividades diarias para que sean más llevaderas para el niño.
El niño y el sueño
Los niños, para dormirse tranquilos, en los momentos previos tienen que evitar ciertos estímulos excitantes, como son ver la televisión y jugar a la videoconsola o al ordenador. Actividades como saltar o correr también deben evitarse a medida que se aproxima la hora de irse a la cama.
Estas actividades físicas, sin embargo, deben formar parte de la rutina diaria del niño en otras horas, puesto que ayudan a regular el estado de alerta y facilitan que, más tarde, la transición entre la vigilia y el sueño se realice adecuadamente.
Pero justo antes de dormir conviene realizar actividades que proporcionen estímulos relajantes. Por ejemplo, mecer a los niños, bien arropados y calentitos, ayuda a que se relajen antes de ir a la cama. Es preferible que el niño no se duerma mientras lo están meciendo, para que aprenda a dormirse solo en su propia cama.
Una vez acostados, a algunos niños les viene bien que la ropa de la cama esté bien ceñida sobre ellos. Este estímulo de tacto profundo resulta muy eficaz para relajar; es comparable al efecto de un masaje relajante.
Niños que no comen bien
Existen numerosas causas y de muy variados tipos por las que los niños no comen bien. A veces se trata de niños hipersensibles, es decir, con una excesiva sensibilidad oral, a los que les producen una sensación muy desagradable tanto las texturas como los sabores de los alimentos.
Por esta causa, estos niños tendrán tendencia a los alimentos crujientes y secos o a los purés y líquidos muy finos. Hay otros niños cuya causa para no comer bien es el hastío que tienen de tomar siempre purés y papillas, cuando ya podrían estar con alimentos de texturas más duras.
Igual que cualquier adulto se cansaría de comer siempre casi lo mismo, los niños también se hartan de tomar durante meses y meses comidas muy parecidas.
En ambos casos, tanto en el de los niños hipersensibles como en el de los que están cansados ya de purés y papillas, puede resultar beneficioso incorporar a sus comidas alimentos crujientes, siempre teniendo en cuenta la capacidad de masticación del niño.
Se les puede dar, por ejemplo, biscotes, ya que se deshacen fácilmente con la saliva en la boca, pero ofrecen una textura crujiente que suele gustar a casi todos los niños. Alternar una cucharada de verdura o fruta con un trocito de biscote también puede ser un buen truco.
Autonomía infantil en el cuarto de baño
Las dificultades de muchos niños con el aprendizaje del uso de la bacinilla y el inodoro pueden ser debidas a un problema en el procesamiento sensorial. Es posible que un niño que no acaba de adquirir el control de sus esfínteres sea hiposensible a los estímulos y no sienta la necesidad de evacuar; o que la sienta in extremis, cuando ya no queda tiempo para acudir al cuarto de baño. Puede incluso no darse cuenta de que se ha manchado.
Otros niños pueden ser hipersensibles y rechazar el contacto de su piel con la fría porcelana del inodoro. Algunos experimentan desagradables sensaciones en el momento de evacuar y optan por retener heces y orina para evitarlo. Esta conducta puede provocar infecciones y estreñimiento.
En ambos casos, los juegos y las actividades que proporcionan estímulo propiocep-tivo, es decir, las que requieren fuerza muscular, ayudan a normalizar el procesa-miento sensorial. Una intervención de Terapia Ocupacional basada en la Teoría de la Integración Sensorial también puede ayudar a que el niño responda de manera más adecuada a sus señales corporales.
COMPLEJO DE EDIPO Y DE ELECTRA
Edipo es el mítico rey de Tebas, hijo de Layo y Yocasta, que mató, sin
saberlo, a su propio padre y desposó a su madre.
Cuando Edipo llegó a la adolescencia comenzó a sospechar que no era hijo
de sus pretendidos padres. Para salir de dudas consultó al Oráculo que le
auguró que mataría a su padre y desposaría a su madre.
Después de pasar una prueba muy difícil, Edipo es nombrado rey y se casa
con la viuda de Layo, Yocasta, su verdadera madre.
Al enterarse Yocasta que se ha casado con su propio hijo se suicida y
Edipo se quita los ojos con los broches de su vestido, abandona el trono y
huye.
Sigmund Freud se inspira en esta tragedia griega para explicar la
tendencia amorosa de los varones hacia la madre y los celos, en conflicto con
el afecto, hacia el padre y la misma tendencia en las mujeres con sus
progenitores, en forma opuesta, aunque reconoce que en las niñas el Edipo no es
simétrico al del niño, debido a la estructura de la relación de ambos bebés con
la madre antes de los tres años.
El Complejo de Edipo desempeña un papel fundamental en la estructuración
de la personalidad y en la orientación del deseo humano.
Freud afirma que esta tendencia es Universal e independiente de la
cultura y organización familiar.
Todo ser humano tiene por lo tanto impuesta la tarea de dominar el
Complejo de Edipo.
En La interpretación de los sueños,
Freud postula que los conflictos sexuales y amorosos están en la base de casi
todas las neurosis personales: solucionados los problemas de la alimentación y
del reparo de la intemperie -techo y ropas-, para el hombre surge la emergencia
de su satisfacción sexual y afectiva. A esa apetencia combinada la denomina libido, y la misma se haría sentir
desde la infancia. Freud y sus seguidores sostienen que las manifestaciones de la
libido son muy variadas, pero que las reglas de la sociedad obligan a
vigilarlas en un constante acecho, sobre todo para preservar la base del
conglomerado social: la familia.
A partir de
los cinco años ya se aprecian las diferencias sexuales, el niño advierte la
diferencia del cuerpo de su madre, además se le comienza a decir que cuando
crezca será como su padre, pero que por el momento no debe aspirar a ser el
primero en los afectos de su madre, es su padre quien ocupa ese lugar
privilegiado. El problema de cómo sofocar los celos que el padre le suscita,
especialmente si su inteligencia le permite captar el triángulo amoroso en que
se encuentra encerrado. Durante esa etapa del desarrollo, según el
psicoanálisis, el niño -o la niña, en tensión de rivalidad directa con su
madre-, atravieso el dificultoso tramo edípico.
Freud, en Tres ensayos sobre la
teoría de la sexualidad asegura que en los niños es recurrente la
fantasía incestuosa de expulsar y sustituir al progenitor rival, es decir el
padre para el niño, y la madre para la niña, pero esas ideas suscitan intensa
culpa y temor al castigo.
El conflicto
se resuelve durante la adolescencia, cuando la adolescente o el adolescente
logran traspasar sus cargas afectivas del progenitor o la progenitora a un
muchacho o muchacha de su edad respectivamente. Pero quienes han desarrollado
una relación muy estrecha con el progenitor del sexo opuesto -y su
correspondiente e ineludible sentimiento de culpa, o técnicamente complejo de
Edipo-, se verán en peligro de proseguir toda su existencia con una sensación
de incomodidad ante cualquier experiencia sexual, puesto que inconscientemente
la asociarán con sus culposos deseos de incesto allá en la infancia.
Complejo de Edipo: Amor
patológico del hijo por la madre. Según Freud, todo niño subconscientemente
desea a su madre y odia a su padre.
“El pequeño se da cuenta – escribe el psicoanalista – de que el padre le cierra
el camino conducente hacia la madre; su identificación con el padre toma un
matiz de hostilidad, debido a este mismo hecho, y acaba por confundirse con el
deseo de sustituir al padre junto a la madre”. Esta situación surge
entre el tercer y quinto año de la vida, y se resuelve en el sexto. Muchos no
logran superar este conflicto psicoemotivo y canalizarlo en un amor normal. La
no superación significa una grave perturbación evolutiva a una neurosis. El de
Edipo fue el primer complejo descubierto y descrito por Freud.
Complejo de Electra: Término
propuesto por Jung para designar la contrapartida del Complejo de Edipo.
Fijación afectiva de la niña en la figura del padre. Según la leyenda griega,
Electra, hija de Agamenón y Clitemnestra, vengó a su padre quien fuera
asesinado por Egisto, amante de Clitemnestra, incitando a su hermano
Orestes para que diera muerte a su madre y a Egisto, asesinos del padre de
ambos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)