¿COMO SABER SI MI HIJO MIENTE?
«Mi hijo me ha mentido y sólo tiene cinco años. ¿Es
eso normal?» esta es la pregunta que se hacen los padres de familia en su vida
cotidiana cuando sus hijos les están ocultando ciertas cosas.
Es importante poder reconocer como adultos,
analizar y descubrir las motivaciones por las cuales un niño acude a la mentira
como medio o instrumento para lograr algo.
Como adultos, lo que más nos preocupa es la violación
de las reglas y el orden establecido socialmente que se genera con la mentira,
Y por sobre todo, que se debilita la confianza en una relación.
Podemos decir que la mentira entonces, atenta contra la franqueza de la relación. Es una trasgresión al encuentro de esas personas. Por eso es un factor disolvente en las relaciones.
Seguramente, a muchos padres/madres les inquieta la
actitud del niño, que mintiendo rehúye los deberes, o sea "La disposición
de conciencia" del que miente.
¿Cuántas
veces nos ha tocado, como padres o profesionales, estar frente a la mentira de
un niño? A veces de la manera más inocente, y otras veces con verdadera
premeditación, lo cierto es que la mentira en el niño es casi una forma normal
de comunicarse en el ambiente en que cotidianamente nos desenvolvemos.
Cuando le decimos a un
niño "Estás mintiendo", debemos tener mucho cuidado. Mentir es decir
falsedades, es engañar a través de la palabra. Un niño que miente no siempre lo
hace con intención.
Normalmente, los niños
menores de 7 años tienen la tendencia a confundir la realidad con la fantasía.
De ahí que sus juegos parecen tan vívidamente reales. En esta edad, cuando un
niño se acerca a nosotros y nos dice "Por favor límpiame la cara que me
quedó llena de barro luego del combate en el que estuve...", nos está
invitando a participar de su fantasía y no está intencionalmente queriendo
engañarnos. Este tipo de "mentira" es inocente, sin premeditación y
sobre todo sin querer conseguir ningún beneficio con ello.
¿POR QUÉ
MIENTE EL NIÑO?
Queda claro, entonces, que en niños pequeños la mentira se da como parte de su juego, como viviendo su fantasía en la realidad.
Cuando el niño mayorcito
miente, puede ser por diversas razones:
- Como imitación al padre o a la madre que miente: Los niños, dicen, son como esponjas que absorben todo. Si ellos observan y viven la mentira de manera cotidiana, aprenden a hacerlo como algo normal y cotidiano. Es el caso del niño que escucha a su madre negarse al teléfono "dile que no estoy..."
- Por miedo: Suele ser la causa más común de la mentira en los niños, quienes por temor a la desaprobación o al castigo por parte de la madre o del padre, se ven llevados a falsear la verdad. Si el niño sabe que, por ejemplo, al llevar una nota mala del colegio, su mamá se va a enojar o le va a prohibir ver televisión, seguramente dirá que no le han entregado sus calificaciones aún...
- Ante la exigencia: Cuando le exigimos mucho al niño, esperando de él, a veces más de lo que esperamos de nosotros mismos, el niño tiende a hacernos creer que está al nivel de nuestras expectativas, y miente para no defraudarnos.
Sea cual fuere la causa concreta de la
mentira, siempre es señal de que el niño está en apuros. El que miente es
porque lo necesita. Con la mentira, el niño nos está diciendo
"auxilio".
¿CUÁNDO PREOCUPARSE?
No siempre la mentira es tan grave como para preocuparse. Cuando la mentira es surgida de la fantasía, normalmente con la madurez del niño, ésta desaparece.
a. Mentira patológica:
La famosa "mitomanía" que surge del niño que intenta persuadir y
convencer a los demás de la realidad de sus relatos. Esta es la mentira que se
vuelve habitual, una forma normal de reaccionar en el niño.
b. Mentira neurótica:
Surge como producto de un nivel elevado de ansiedad en el niño o del temor en
general.
¿QUÉ HACER
ANTE LA MENTIRA?
Lo primero que tenemos que hacer como padres o maestros es determinar qué tipo de mentira es con la que estamos lidiando y, sobre todo, qué la está motivando. Si no sabemos cuál es la causa de ese "auxilio" desesperado en el niño, corremos el riesgo de equivocarnos en la intervención.
La actitud que tengamos
va a ser determinante. Será necesario:
- Reaccionar con calma aunque con severidad.
- Felicitar o premiar al niño que confiesa la verdad. Si lo castigamos a pesar de que ha confesado, estamos reforzando su hábito de mentir (la próxima vez lo hará con más cuidado para que no lo descubran...). Sólo en última instancia habrá que acudir al castigo.
- Favorecer un ambiente de confianza, en la que el niño se anime a contar sus travesuras y sus errores. Que no sienta que cada vez que habla, hay consecuencias drásticas.
- Estar alertas. Por mucho que amemos a nuestros hijos, tenemos que aceptar que a veces fallan, que no son perfectos e ideales como los hemos imaginado.
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